Porque el cine es magia y sigue siendo la mejor forma de ver una película, el participar no tiene costo extra, solo tendrán que comprar sus entradas, y a la salida si hay cuorum, vamos a cenar y charlar sobre la película y otros temas. Eso sí, sugiero evitar temas de política, religión y fútbol. Dejo mi mail para consultas y avisos de asistencia: elsa.argentina@gmail.com Saludos !

Viernes 3 de enero de 2014: " LA VIDA DE ADELE "...en BELGRANO


Película propuesta para el próximo día VIERNES 03/01/2014
¡ Esperamos tus comentarios !
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"LA VIDA DE ADELE"

DRAMA, 179 min. CALIFICACIÓN: MUY BUENA

SALA de CINE: CINEMA CITY GENERAL PAZ - AV. CABILDO 2702 esq. RIVERA -

Horario de la película: 21,30 hs.

Precio de la Entrada: 50 $ //Hay promociones 2 x 1: LA NACIÓN, CLUB PERSONAL, CLARIN 365, CUPONSTAR SMS al 70709 con la palabra CINEMACITY

Lugar y hora de encuentro previo: desde las 20,00 estaré en Café EROS, Av. Cabildo 2700 esq. RIVERA

Como la peli termina tarde, en el postcine, si quieren cenamos ensaladas y/o helados o lo que gusten en SUBWAY de Av. Cabildo 2231
que atiende los Viernes hasta las 03:00 a.m.


¡ LOS ESPERO !




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4 comentarios:

  1. La Vida de Adele: es una película sobre el primer amor, la identidad sexual, la adolescencia, la vida en general…una película naturalista y verdadera, pues te crees todo lo que te muestra Kechiche con su cámara (indiscreta), y buena culpa de ello la tienen sus dos espectaculares actrices, Léa Seydoux y, sobre todo, Adèle Exarchopoulos ( Borja Jimenez)
    Bueno, este comentario coincide de lleno con lo que pienso, la película es honesta y sinceramente me gustó mucho, tal vez su duración algo excesiva, pero quizá necesaria para mostrar la real evolución en la vida de Adele.

    Muchas gracias a Mariela, Dory, Sol, Marta, Leonor, Chunny,Olga, Maisa, Alicia, Bettina, Aida, Lilian, Patricia, Daniel, Juanchi y Jorge por sumarse a esta propuesta de cine.

    Será hasta la próxima película en Viernes con Cine !

    Besos,
    Elsa

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  2. La Vida de Adèle es de esas películas que te dejan sin aliento. Esas que resultan las más complejas de describir por la dificultad de poner en palabras un sentimiento. Más allá de ser visualmente hermosa, La Vida de Adèle es una gran historia de amor. Enorme, visceral, de esas subcutáneas. El cine necesita más escenas de amor explícito como las que nos entrega el director tunecino Abdellatif Kechiche. Sexo sin tapujos en secuencias de un nivel de pasión carnal liberadora que pocos se han animado a mostrar en pantalla grande, o más bien a estrenar de manera comercial. Dicha valentía siempre genera controversia cuando nos enfocamos en el tema equivocado. Lo importante de La Vida de Adèle es la historia de amor y sus dos involucradas, Adèle y Emma. Dos actrices que desprenden en cada fotograma un aura de sensualidad incomparable, dos milagros que aparecen con la frecuencia de un cometa que pasa cada diez años. Ambas nos cautivan y enamoran desde su primera aparición en pantalla, generando la fuerza de un imán, atrayéndonos constantemente hacia sus rostros de rasgos perfectos, dueñas de una gran belleza natural y pieles aterciopeladas.

    La Vida de Adèle se detiene en los pequeños gestos, que se vuelven gigantes y mutan en símbolos: la boca entreabierta, el cruce de miradas entre ambas, un mechón de pelo que atraviesa el rostro, una sonrisa. El de Kechiche es un relato en donde las acciones más humanas y cotidianas -comer, dormir, tener sexo, llorar- son mostradas de manera igualmente efusiva. La cámara pareciera fundirse con los cuerpos en la cama, con los tenedores y las bocas llenas de los personajes, con los mocos y las lágrimas. Lo que hace Kechiche lo acerca -en cuanto al tratamiento del deseo, la pasión y luego la vida doméstica y el dolor- a lo que hizo Linklater con la trilogía que comenzó con Antes del Amanecer.

    El arco emocional que atraviesa la protagonista necesita los 179 minutos para desarrollarse hasta explotar finalmente en el clímax de esa dolorosísima conversación que ambas mantienen en el bar, entre la complicidad y la incomodidad. Durante todo el metraje -que viaja a velocidad warp- atravesamos todas las emociones existentes y quedamos totalmente expuestos y envueltos en un remolino de sentimientos encontrados que confluyen todos al mismo tiempo en nuestro cuerpo. La aparición en pantalla de Emma es la aparición del amor verdadero. Ese primer amor que se siente en la panza, en las entrañas, sin el cual no podemos vivir. Y del cual esperamos absolutamente todo, al igual que Adèle.

    Una historia puramente sensorial, universal, de una emotividad que no conoce mesura. Un relato íntimo que retrata la épica del amor: cataclísmico, apasionado, destructivo, sensual e inolvidable. Eso es La Vida de Adèle.


    daquila@asalallenaonline.com.ar


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  3. ¿Por dónde encarar una película que contiene tantos disparadores de análisis por la multiplicidad de impresiones emocionales, sociales y morales que despierta? El film del tunecino Abdellatif Kechiche no plantea un eje tradicional de conflicto, sino que se centra en algo tan vital y descarnado como lo es la vida misma.

    De eso va La Vida de Adèle, de la experiencia de vivir con todo lo que ello conlleva, por eso estamos ante una obra puramente emocional, entrañable, cruda y honesta. El realismo es absoluto, sin ningún condimento o agregado; hay ausencia de música extradiegética, flashbacks, montajes que agilicen la trama o voz en off. Kechiche nos cuenta esta historia visceral valiéndose de un magnífico uso de los primeros planos y sumergiendo la cámara en los poros de la piel de sus protagonistas. Ningún rasgo facial -por más imperceptible que sea- es pasado por alto, el rostro de Adèle funciona como un espejo del nuestro, su mirada, sonrisa, lágrimas, encías, pupilas, todo es capturado con tal intensidad que conduce a una empatía inevitable.

    Esta declaración del vivir es arduo complicada porque lo que está en juego es la pulsión humana, y el talento del cineasta radica en relatar una historia de amor homosexual femenino sin caer en ningún tipo de cliché y/ o reduccionismo. Es una gran historia de amor y da lo mismo que sea entre dos mujeres, dos hombres, o entre un hombre y una mujer. El film naturaliza la experiencia amorosa en el contexto de una sociedad heteronormativa.

    Para ello el film se toma su tiempo e incluye el recorrido de Adèle en el autodescubrimiento, con todo lo que esto trae aparejado: enjuiciamientos de sus amigas, negación de sus padres y en especial el hallazgo del amor, que queda sellado en un instante, aquel orgasmo al finalizar la intensa relación sexual con Emma. Es allí donde todas las pulsiones sexuales se ponen en juego y se entrelazan con el deseo y el amor.

    Pero como no solo de sexo vive la chica, presenciamos como duerme, come, mira, camina, viaja, baila, miente, lee, trabaja, llora, cela, se enamora, se deprime, se confunde, se desespera, se hunde… y nosotros con ella. Lo interesante, y por eso se piensa desde la pulsión humana, es cómo el flechazo amoroso funciona en cada sujeto en particular: ella ve por la calle a una chica hermosa, bastante masculinizada y con un look muy particular, el pelo azul.

    Esa es la mirada inicial que comenzará a definir las elecciones sentimentales. El azul comienza a tomar forma tímidamente en los bellísimos fotogramas hasta desvanecerse conjuntamente con la pasión. Es el ciclo amoroso que nace con todo el empuje de la atracción inicial, pero que comienza a diluirse cuando una de las dos queda en un lugar idealizado y la otra es puro sostén de la escena amorosa.

    Nada de esto se hubiese logrado sin la actuación descomunal de sus actrices principales. La hermosa Léa Seydoux interpreta de maravillas a Emma, en el papel de esa mujer lesbiana, artista, más experimentada y con su identidad sexual definida. El protagonismo de Adèle Exarchopoulos es una auténtica revelación, su presencia ante las cámaras es demoledora. La química entre ambas actrices devora la pantalla, desde el erotismo que las fusiona hasta la perturbadora discusión que despierta la impotencia del desencuentro.

    Cualquier análisis puede llegar a quedar limitado ante una obra de tal magnitud, que ofrecerá multiplicidad de miradas subjetivas. Estamos frente a una de las mejores películas del último año o quizás de la década en curso.

    roman@asalallenaonline.com.ar

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  4. Crítica previamente publicada aquí con motivo de exhibición en el 61° Festival de San Sebastián

    El film de Kechiche dura tres horitas, de nada eso obligaba tanto a buscarse la vida para conseguir una entrada como a prepararse para dormir más bien poco. Sin embargo, los que tomamos la decisión de aceptar el órdago y trasnochar nos vimos recompensados con una obra descomunal que sin duda estará entre las propuestas más fascinantes que podremos ver este año. Se harán a sí mismos un favor si ese lógico recelo que puedan tener a priori por los casi unánimes elogios que llegaron de Cannes el pasado mayo lo dejan bien aparcadito y se disponen a disfrutar de la brutalmente honesta historia de amor que nos han regalado Kechiche, Léa Seydoux y ese animal cinematográfico de nuevo cuño que responde al nombre de Adèle Exarchopoulos, capaz de devorar la pantalla a bocados. En esta historia de descubrimiento de la propia sexualidad, pasión y desgarro se produce ese raro milagro en el que todo se conjuga para formar una de esas obras que te arañan el alma al tiempo que te noquean visualmente. Es literalmente increíble – y no es de extrañar pues que Kechiche comparta siempre el mérito de su creación con sus dos actrices – que una película aguante tres horas de primerísimos planos en las que la cámara está siempre pegada al rostro y la piel de las dos amantes hasta el punto que uno se ve involucrado sin remedio en esa relación como si se convirtiera en un trío. Kechiche es además coherente a todos los niveles: si una conversación resulta relevante para explicar esa relación y tiene que extenderse diez minutos, pues eso es lo que dura. Y si una escena sexual necesita el mismo tiempo para que entendamos su importancia, pues allá que vamos, por más que a eso a más de uno incomode. Se ha escrito mucho sobre la explicitud de dichas escenas y quizás poco sobre la honestidad que supone concederles al menos la misma importancia en tiempo y empaque visual que cualquier otra faceta de una relación. El resultado es atrevido e impresionante. La Vida de Adèle es una de las películas del año.

    Por David Garrido Bazán

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