Porque el cine es magia y sigue siendo la mejor forma de ver una película, el participar no tiene costo extra, solo tendrán que comprar sus entradas, y a la salida si hay cuorum, vamos a cenar y charlar sobre la película y otros temas. Eso sí, sugiero evitar temas de política, religión y fútbol. Dejo mi mail para consultas y avisos de asistencia: elsa.argentina@gmail.com Saludos !

MES DE AGOSTO: CICLO CINE MESENAZGO - CENTRO CULTURAL 25 DE MAYO de VILLA URQUIZA

 *Ciclo Cine Mecenazgo* 

Centro Cultural 25 de Mayo - Av. Triunvirato 4444- CABA

Proyección de películas nacionales. 

Las entradas son gratuitas.

Solicitá tu entrada en el link correspondiente desde ahora...


Programación

"Una chica invisible" de Francisco Bendomir



"El último traje" de Pablo Solarz


 

"La Estrella Roja" de Gabriel Lichtmann



"Gualeguaychú, el país del carnaval" de Marco Berger



Lunes 22/8 a las 20hs en el Centro Cultural 25 de Mayo. 

Duración: 79 minutos

  • Reserva de entradas en el link:

  •   https://publico.alternativateatral.com/entradas79532-gualeguaychu-el-pais-del-carnaval?o=14

  • Vilmar y Franco (el Toro) nacieron y viven en la ciudad de Gualeguaychú. Todos los veranos, desde su infancia, participan juntos de los carnavales populares de la ciudad. Esta fiesta mágica logra maquillar, invadir de colores y plumas a los masculinos cuerpos de la comunidad. El alcohol, la camaradería y el descontrol se vuelven protagonistas. Los límites de todo se desdibujan al calor del sol y al borde del imponente Río Paraná.

  • FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA


4 comentarios:

  1. OPINIÓN de CARLA LEONARDI para A SALA LLENA sobre UNA CHICA INVISIBLE ( reproducción parcial )
    Una chica invisible (2019), ópera prima del realizador argentino Francisco Bendomir, pone en el tapete el lugar de los hijos, la violencia de género y los efectos del uso desmedido de la tecnología en nuestro tiempo. Esta abundancia de temas y situaciones conexas es abordada desde la comedia (recurriendo al enredo, al humor negro y a elementos de la parodia) y el hilo conductor que las hilvana es la problemática de construir un espacio de intimidad.
    A nivel narrativo, la película está organizada a lo largo de dos días, con una estructura temporal que arranca con una secuencia desplazada de la diégesis, la cual luego será retomada para avanzar hacia el final. El mundo de los cuatro personajes principales está delineado por la labor de arte y se va enriqueciendo al incorporar ciertos recuerdos de su pasado infantil o reciente.
    Vivimos en el imperio de las imágenes: cámaras de seguridad, videos de YouTube, selfies, marketing digital, acoso, escraches virtuales, porno-venganza. La vida pasa por múltiples imágenes que irrumpen y revientan nuestras pantallas, sumado a que el tiempo de pandemia nos encuentra hiperconectados. Internet en sí misma no es ni buena ni mala; se trata más bien de pensar los usos que se hacen de ella.

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  2. OPINIÓN de ADOLFO C. MARTÍNEZ para LA NACIÓN sobre EL ÚLTIMO TRAJE: muy buena
    Abraham es un sastre jubilado de 88 años que tiene una promesa por cumplir. A fines de la Segunda Guerra Mundial un amigo lo salvó de la muerte y juró volver algún día a reencontrarse con él para narrarle como fue su larga existencia. Siete décadas después, sintiendo que para su familia ya es un estorbo y que su destino será un geriátrico, Abraham decide que es el momento de enfrentarse a sus miedos. Su amigo reside en Polonia y ese sastre se propone una épica aventura: cruzar media Europa con la ayuda de algunos personajes que cambiarán su manera de ver el mundo.
    Al llegar a Madrid conocerá a un argentino residente allí, a la dueña de un hotel barato y a una alemana que lo hará comprender que no todos los alemanes son nazis, a los que se suma una enfermera polaca que lo acompañará en el último tramo de su trayecto, y todos ellos harán de esta travesía un canto a la esperanza, a la comprensión y a la bondad.
    Con trazos cálidos el director Pablo Solarz, que se inspiró en aspectos que lo tuvieron como protagonista, logró así narrar una historia tan tierna como emotiva. En este entrañable film, Miguel Ángel Solá supo dotar a su personaje de seducción y de verosimilitud sin caer nunca en el melodrama. El resto del elenco y los excelentes rubros técnicos se plegaron con emoción a esta trama que habla de una amistad que el tiempo nunca pudo borrar.

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  3. OPINIÓN de ROLANDO GALLEGO para ESCRIBIENDOCINE sobre el film LA ESTRELLA ROJA
    En una nueva producción que lo acerca al ADN judío que intenta siempre reflejar en sus películas, el realizador Gabriel Lichtmann explora en "La estrella roja", a través de un falso documental, una pesquisa que, a pocos minutos de iniciada termina por revelar un artificio que potencia su lúdica propuesta.
    Héctor Díaz encarna al realizador, en la titánica tarea de revelar el misterio tras Laila Salama, otrora una pageant girl, devenida en una figura de la canción y del tango, desaparecida en la flor de su juventud y de la que mucho tiempo más tarde se supo que era una especie de espía que permitió la captura de Adolf Eichmann, y a quien Lucía Puenzo le dedicó en Wakolda (2013) un personaje particular.
    La propuesta avanza a paso firme con una investigación ad hoc que acerca a Lichtmann a verdades hasta el momento nunca reveladas sobre Salama, su participación en la captura del jerarca nazi, pero también sobre su persuasivo poder de seducción que supo utilizar a su favor.
    Así, entre entrevistas, materiales de archivo, falsos, creados específicamente para la propuesta, el realizador juega con la verdad y lo verosímil, y aun reconociendo los rostros de aquellos que devienen en entrevistados, Ana Katz, Julieta Zilberberg, Juan Leyrado, Rafael Spregelburd, entre otros, la fuerza de la mentira comienza a pesar más en el relato que cualquier verdad documental historiográfica se presente.
    La estrella roja (2021) es un híbrido potente de géneros y materiales, construye su guion con humor, y con la seguridad de contar un cuento que conoce y del que poco se sabía hacia el afuera del espectador.
    Seguramente será mucho más disfrutable por aquel incauto que se acerque a la película sin siquiera reconocer los rostros de aquellos que dan su testimonio, pero, como se mencionó anteriormente, en el fundar una nueva verdad desde la mentira que cuenta, todo cobra otro sentido.
    Mención especial para Thelma Fardin, que compone, en las escenas que le toca, al personaje clave de la historia, una mujer de avanzada que supo aprovechar sus fortalezas para desenmascarar tramas de espionaje y de muerte que afectaban a la comunidad a la que pertenecía.
    Lichtmann conoce el género, y tras dos ficciones, comienza a desenmascarar la finitud de géneros, con la construcción de un falso documental, una farsa irrisoria, que en la ficción permite potenciar sus premisas y trascender la anécdota.
    Puntaje: 6.0

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  4. OPINIÓN de DIEGO BRODERSEN para PÁGINA 12 sobre GUALEGUAYCHÚ, EL PAÍS DEL CARNAVAL
    El carnaval de Gualeguaychú era un ámbito cantado para el interés de los ojos y oídos de Marco Berger, realizador cuya filmografía ha buceado incansablemente en las aguas del deseo. Las imágenes de los cuerpos masculinos semi desnudos, bronceados, muchas veces aceitados y bañados en purpurina, se repiten incansablemente en su película más reciente, Gualeguaychú – El país del carnaval, que formó parte de la Competencia Americana del último Bafici. Los planos se repiten, en la pista del corsódromo y en ámbitos privados, fragmentando torsos, nalgas y piernas, con especial predilección por el close-up “bultero”, un inconfundible clásico bergeriano. Alejándose de la ficción pura y dura de su anterior El cazador, con la cual el prolífico cineasta argentino se acercó por primera vez a las posibilidades del thriller, Gualeguaychú hibrida permanentemente el registro documental con la construcción ficcional, sin que el espectador sepa fielmente a qué terreno pertenece cada segmento o secuencia.
    En ese sentido, parece más que relevante el apoyo creativo en roles centrales de otro realizador, Martín Farina, con quien Berger ya había colaborado en su film Taekwondo y en el largometraje documental de Farina Fulboy. Aquí también hay escenas de vestuario, aunque los uniformes deportivos son reemplazados por minúsculos trajes carnavalescos. Franco Heiler y Vilmar Paiva, entrerrianos y amigos desde siempre (¿sujetos documentales?), se preparan para una nueva edición de la popular fiesta. Entre conversaciones con terceros sobre inseminaciones bovinas y caballos de carrera, algún que otro asado y salidas al boliche, Vilmar espera pacientemente que se le haga un lugar en la comparsa, al tiempo que Franco disfruta de su innegable éxito como parte del evento. Una fiesta electrónica al aire libre empuja el baile sensual entre compañeros, encuentro dionisíaco que rompe con los estereotipos de la masculinidad tradicional, fuertemente arraigados en sociedades semi rurales del así llamado interior del país.
    Esa fluidez sexual, habilitada en gran medida por los permisos del carnaval, forma parte de la vida de los miembros de la compañía, y la presencia de las mujeres permanece en un fuera de campo casi total, con la excepción de una chica que llega de visita junto a su novio (los actores Julieta Tramanzoli y Gaston Re). La breve escena de la ducha colectiva luego de un día de pileta es sintomática de las ambiciones de Berger: la muchacha y una docena de hombres jóvenes conversan, se rozan y se frotan jabón en un baño tan diminuto como sus sungas. Poco antes, el propio realizador aparece en cuadro reflexionando sobre algunas de las directivas del rodaje, señalando de esa manera la posibilidad de que la película sea el resultado de una serie de pruebas y errores, experimentos formales que sólo terminaron de adquirir su aspecto final durante el proceso de montaje.
    Pero, ¿de qué trata entonces Gualeguaychú? Sin trama en un sentido convencional, alejada además de las estructuras más rígidas del documentalismo clásico, el carácter proteico es su mayor virtud y, al mismo tiempo, una debilidad transitoria. Si por momentos la deriva encierra al film en callejones sin salida –instancias en las que se hace necesario dar marcha atrás y volver a la seguridad de los planos del desfile–, el cruce de registros permite que ciertas verdades intangibles florezcan sin esfuerzo en la pantalla.
    Si bien la obra de Berger ha sido cristalizada en más de una ocasión en los casilleros queer del universo cinematográfico, sus películas – y Gualeguaychú no es la excepción– demuestran que sus intereses son absolutamente universales: el deseo, el goce, la ansiedad por ciertas cosas que tal vez nunca lleguen o por aquellas que forman parte de una etapa que está llegando a su fin.

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