Porque el cine es magia y sigue siendo la mejor forma de ver una película, el participar no tiene costo extra, solo tendrán que comprar sus entradas, y a la salida si hay cuorum, vamos a cenar y charlar sobre la película y otros temas. Eso sí, sugiero evitar temas de política, religión y fútbol. Dejo mi mail para consultas y avisos de asistencia: elsa.argentina@gmail.com Saludos !

Viernes 23 de enero: " WHIPLASH: Música y Obsesión " ...en Belgrano !


Película propuesta para el próximo día Viernes 23/01/2015
¡ Esperamos tus comentarios !
Haz click en la foto para ampliar los detalles y ver el tráiler oficial de la película


" WHIPLASH: Música y Obsesión "


DRAMA, 107 min., ORÍGEN: EUA, CALIFICACIÓN: EXCELENTE

CINE: ARTEMULTIPLEX - Av. Cabildo 2829 - BELGRANO

Función: 20,50 hs

Punto y Hora de Encuentro: Desde las 19,45 hs hasta las 20,15 hs en el café del hall del cine, así armamos allí los 2x1, compramos las entradas y luego nos vanos a hacer la fila en la sala correspondiente.

No te olvides de traer por favor tus Tarjetas de Promociones LA NACIÓN 2 X 1, Clarín 365, ó bien enviá un SMS con el nombre del cine al 70709 de Cuponstar para obtener un código para el 2 x 1.

Los espero !


En el postcine si hay quorum podemos ir a cenar por la zona ( Actividad Opcional )





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4 comentarios:

  1. Una película magnífica, inolvidable, brutal... todos lo que se diga seguirá siendo poco para lo que merece ésta obra maestra que contiene escenas de auténtico infarto. No se la pierdan y disfruten de su ritmo !

    Esto dice la crítica de D. Martin sobre Whiplash y ahora nosotros podemos aseverarlo, realmente muy recomendable este film. Mi puntaje: 9

    Muchas gracias por participar de esta noche de Viernes con Cine a: Silvia, Rita, Lilian, Mariela, Lili, Lulie, Marité, Tere, Stella, Lucila, Adelina, Leonor, Susana, Claudia, Julio, Jorge, Enrique M, Enrique R, Carlos y Gastón, un placer para mi compartir este cine y cena con Uds. !

    Hasta la próxima !!!

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  2. "Whiplash": Sangre, sudor y lágrimas
    Crítica Pablo O. Scholz: Excelente. El filme no suelta al espectador desde su embriagadora primera escena hasta el desenlace.

    La transpiración cae sobre el platillo de la batería. Son una, dos gotas. Luego son de sangre. ¿Cuánto es capaz de entregar uno por alcanzar un logro? ¿La excelencia demanda tantos sacrificios?

    El esquema de la película es simple. Andrew, el protagonista, tiene una ambición: ser, sino el mejor, uno de los mejores bateristas de jazz. Está en un conservatorio de elite en Nueva York, y sabe que la única manera de triunfar es siendo seleccionado por el profesor Terence Fletcher (J.K. Simmons), para que integre su orquesta. Fletcher podría encontrar en Andrew un espejo en el que mirarse. Como un Salieri y un Mozart.

    Pero es tan soberbio y tiránico que cuesta descubrir un gesto de humanidad en él. Y si los demuestra, de inmediato salta como un animal hambriento. Sediento de encontrar la perfección en sus alumnos, a los que humilla.

    Andrew no tiene madre, pero sí padre con relación fluctuante, casi como la que establece con su nueva novia. La película parece decirnos que si nos enfocamos en una pasión, no podemos abrirnos a otra. O mejor: que si hacemos eso, los riesgos que se corren son muchos.

    Pero Andrew está tan obsesionado con alcanzar la perfección como Fletcher lo está porque su discípulo logre y le dé, con los palillos, su tempo. Fletcher es el sargento Hartman en Nacido para matar. Trata a sus estudiantes (que no se atreven a mirarlo a los ojos) como si fueran una lacra. En verdad, los exprime para sacar lo mejor de ellos -dirá-, pero el duelo entre profesor y estudiante tendrá chispas. Será electrificante, y eso que el instrumento no está conectado a 220.

    Damien Chazelle -tenía 29 años cuando la dirigió- sabe de lo que habla, porque él toca la batería, él ama el jazz y a él le pasó algo similar a lo que cuenta su película. Tal vez sea simplista al encapsular la trama en ese enfrentamiento, y quizá hubiera devastado -más- al espectador si fundía a negro 10 minutos antes de que terminara la película... Pero nos perderíamos la fiereza de ese final.

    Y es que Whiplash es como un sándwich de jamón crudo, pero con dos fetas conteniendo una rebanada de pan: lo mejor está en la secuencia de presentación y en el tenso final.

    Chazelle sabe darle el ritmo exacto a la película, pintar con iluminación azulada o rojiza la imagen y cuándo utilizar -o no- la cámara en mano.

    La película tiene puntos de contacto con otras candidatas al Oscar, como Birdman y Francotirador. Las tres tratan sobre hombres obsesionados que viven egocéntricamente lo que sienten que deben hacer, y no entienden los afectos cercanos, de sus seres más queridos.

    No cualquiera podía ser Andrew. Miles Teller, además de actor, es baterista. Pero Whiplash: Música y obsesión no es un filme para iniciados, o sólo para músicos, aunque es probable que no sea disfrutada de igual modo entre quienes tocan un instrumento y los que lo hacen de oído. Y J.K. Simmons, seguro ganador del Oscar al actor de reparto, se adueña de las miradas con su tensión, no sólo con sus gritos. Estar ante él es como subir a una montaña rusa sin bajar la barra de seguridad del carrito.

    Una de las citas del filme es “Si no tenés talento, terminás tocando rock”. Polémica, sí, como por momentos es esta embriagadora película.

    Whiplash: Música y obsesión

    Excelente !

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  3. Una Opinión: “Whiplash”: Gente corriente - Crítico: José Arce

    Una maravilla de intensidad inasumible, una batalla monstruosa por alcanzar algo tan inalcanzable como la Perfección. Su bicéfala criatura central rinde a un nivel espectacular, pero J.K. Simmons encuentra aquí un tótem inolvidable. Una película obligada.

    Andrew (Miles Teller) estudia en el mejor conservatorio de música del país. Y quiere ser uno de los grandes. Al precio que sea. La gran maravilla que es el Arte nos enseña a interpretar mejor y valorar el mundo que nos rodea, a entender el caos en el que vivimos sumidos. Así que una película como “Whiplash” (ver tráiler), que apuesta por celebrar el Arte de la Creación Musical desde los parámetros del Arte de la Creación Cinematográfica, cuenta ya de entrada con un buen montón de papeletas para resultar atractiva, más aún tras las loas y alabanzas que ha levantado allí donde ha sido vista. La verdad es que una gozada poder decir que ha superado nuestras expectativas. No es estrictamente perfecta ─a veces se va de madre─, pero la experiencia de su visionado sí lo es.

    «La clave es relajarse». Resumir la propuesta de Damien Chazelle en una palabra es sencillo: Intensidad. Con mayúsculas. Tras presentar perfectamente a sus dos personajes centrales en apenas cinco minutos, el espectador abandona rápidamente la sensación de que todo parece un poco demasiado, porque lo que vemos no es sino una batalla entre dos monstruos a la caza de la Perfección. Con mayúsculas también. Juntos/separados/juntos/separados recorrerán un camino tenso, irritante y demoledor a toda velocidad, sin parar casi un instante, una maratón con un ideal de fondo que se basa, tan sólo, en la lejana aspiración de tocar con la yema de los dedos ese Olimpo que les permita vivir por toda la eternidad en la memoria colectiva. Uf.

    Pasmosamente editada y presentada, la emoción rebosa desde la interpretación de su bicéfala criatura central. Miles Teller hace un gran trabajo ─normal que esté alucinado con la recepción de su despliegue, aunque no tanto como para criticar el camino que le ha llevado hasta aquí─, pero lo de J.K. Simmons es verdaderamente demencial: totémico, titánico, tiránico, testosterónico, es el Diablo con el que pactar, es verdaderamente el precio a pagar. Un precio inasumible para la inmensa mayoría de nosotros, pobres mortales, ajenos como somos a lo que significa estar tocado por el verdadero don de la creación artística. “Whiplash” divierte, cabrea, machaca, fascina. Y nos hace más humildes. Porque sólo somos gente corriente.


    Calificación: 10/10
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  4. Tambores de guerra - Crítica: Suso Aira

    La unión entre arte, dominio, sumisión y humillación han dado excelentes frutos dentro del drama, sea en literatura, teatro como en esa hibridación de ambas que es el cine. Algo hay también de ese juego de poderes y dialéctica cruel entre los actores y el director de una película, o (mejor incluso) entre la propia película y el espectador. Todo sea por la perfección y la esencia artística: la excusa con la cual el implacable personaje de J. K. Simmons tortura sin piedad a su alumno en Whiplash. Rabiosa perfección la del film en sí mismo, una demoledora y violenta sucesión, in crescendo, de escenas atravesadas por un ritmo feroz. Como si la relación Mozart-Salieri se explicara con la rabia del ciego entrenamiento del sargento de La chaqueta metálica de Stanley Kubrick, Whiplash se deja de las cortesías vaticanas de El tormento y el éxtasis (aquí hay un Miguel Ángel y un papa que antes ha sido Miguel Ángel) para plasmar uno de esos ejercicios de humillación personal dignos del Harold Pinter de El sirviente. O incluso de las piezas teatrales de Anthony o Peter Schaffer: hay momentos en los que la forma en la que el profesor putea al alumno (o cuando este hace lo propio, en cierto sentido, y se vuelven las tornas) que recuerdan al cara a cara de La huella.

    Michael Caine aprendía lo que era el juego a base de sufrirlo, y Laurence Olivier disfrutaba sádicamente con esa transmisión de su conocimiento, de su arte, para al final comprobar que siempre acaba ganando el juego mismo. Otros temas, adyacentes, se solapan en este magnífico film (la música como ejercicio autodestructivo, el genio y el genio como términos intercambiables, el cambio generacional visto como una lucha de supervivencia…), aunque el que más me pone es el de verlo como la otra cara (por fin verdadera y sin mariconadas blandengues) de peliculillas como El indomable Will Hunting o El club de los poetas muertos.

    A favor: El duelo total entre los dos protagonistas.

    En contra: Que el público no se deje azotar por ella.
    Calificación: ****

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